Los Picapiedra, el retrato de la familia americana

Wednesday, 6 October 2010

“En El Show de Pebbles y Bam Bam el eje se centraba en las situaciones adolescentes de los hijos de Pedro y Pablo.

Cada tarde Pedro Picapiedra se desliza por la cola de un dinosaurio para marcar la salida de su trabajo en una cantera. De prisa, monta su troncomóvil, un vehículo en el que el motor son solo sus pies descalzos. De apariencia robusta, tosca, con un eterno traje naranja con motas negras y corbata azul, llega a su casa en Piedradura. Recoge a Vilma, su esposa, y a Pebbles, la bebé de ambos, mientras Pablo, Betty y el pequeño Bam Bam Mármol -amigos íntimos-, esperan al otro lado de la acera. El objetivo: ir al troncocinema.

El plan es como el de cualquier otra familia estadounidense durante la década del 60. “No hay personajes complejos, son el reflejo de personas comunes. Es el retrato de una familia norteamericana. En Ecuador tuvo éxito porque los latinoamericanos nos identificamos con el estilo de vida estadounidense”, dice Carlos Tutivén, docente de sociología en la comunicación de la Universidad Casa Grande.
La serie animada, que adapta la modernidad con la Edad de Piedra, cumplió 50 años, el jueves pasado.
Según el sociólogo, esa es, quizá, una de las razones por las cuales la serie Los Picapiedra tuvo tanta acogida, desde que se estrenó el 30 de septiembre de hace 50 años. Un suceso que marcó la televisión estadounidense durante los seis años en que se mantuvo al aire en el horario ‘prime time’ (estelar, entre las 20:00 y 22:00), a través de la cadena ABC. Algo increíble, por aquel entonces, tratándose de una serie de dibujos animados.

Los Picapiedra o The Flintstones (su nombre original) fue una serie que, sin proponérselo, influenció a otras más contemporáneas como Padre de familia, Papá americano o los archifamosos Simpson (claro, con un poco de cinismo, humor negro y malicia estas últimas). De hecho, Los Simpson superaron la marca de permanencia que tuvo Los Picapiedra. La familia prehistórica permaneció al aire durante seis años, hasta abril de 1966, mientras que los Simpson llevan 20 años. En Ecuador se ha transmitido varias veces, a través de Canal Cuatro, actualmente RTS.

Pese a la cancelación de la serie original de Los Picapiedra, algunos de sus personajes se han mantenido a través de otros programas poco exitosos como El show de Pebbles y Bam Bam (1971-1972).

“En El Show de Pebbles y Bam Bam el eje se centraba en las situaciones adolescentes de los hijos de Pedro y Pablo. Estos últimos, especialmente Pedro, le dan sabor a la serie. Es como si surgiera un show basado en los personajes de Los Simpson, pero sin Homero”, analiza Tutivén.

El diseñador y docente audiovisual Patricio Mosquera, considera que otro acierto de la serie apunta al método de dibujo, muy semejante al que décadas antes ya empleaba Walt Disney para sus películas.

“Los Picapiedra originales fueron dibujados cuadro por cuadro, con una técnica que actualmente conocemos como seminanimación. Consistía en que solo ciertas partes del personaje se movían. Otras partes -explica- se reutilizaban para otras escenas. Se dibujaban a mano las secuencias de los personajes y luego se calcaba con lápiz en hojas de acetato (papel transparente)”.

Mosquera considera que el ‘boom’ de la serie tenía que ver con la adaptación de la vida moderna de los días en que surgió, en el marco de una supuesta Edad de Piedra -que crearon William Hanna y Joseph Barbera-. “Ellos se superaron a sí mismos”, asegura Mosquera, “pues hasta entonces Hanna y Barbera solo se limitaban a cortos de cinco minutos que protagonizaban el Oso Yogui y otros personajes”.

“Con Los Picapiedra se acrecentó la idea de crear series animadas, de media hora, con géneros variados”, agrega el diseñador.

La serie Los Supersónicos refleja la influencia ‘picapiedra’. Fueron creados en 1962 como la contraparte de aquellos. Los Supersónicos representaban, desde luego, un supuesto futuro.

Tutivén coincide con Mosquera en cuanto a la importancia que tuvo la creación de un glosario propio como el “yaba daba doo”, que identifica a Pedro cuando está contento. Y el mismo glosario sirvió para adaptar los objetos modernos en la era prehistórica. Entre ellos destacan el troncomóvil (un auto hecho con ruedas de piedra y un tronco como base), el cuernófono (teléfono) y otros. Incluso, la participación de los animales fue notoria para justificar la modernidad. Se refleja en los pájaros que salen de una caja para transmitir un mensaje (la versión prehistórica de un walkie talkie). Esas mismas aves estaban dentro de las cámaras fotográficas para retratar a las personas y a la vez simular la eficacia de una Polaroid. Y aún hay más con los mamuts que servían como aspiradoras, lavaplatos o duchas.

La adaptación también incluyó a los artistas de moda de los 60. Rock Rocas, Cary Granito, Ana Margarroca, Stony Curtis, Piedrique Guzmán y otros eran los álter ego prehistóricos de Rock Hudson, Cary Grant, Anne Margaret, Tony Curtis y Enrique Guzmán.

Los Picapiedra y los Mármol son gente común. Pedro es el obrero de clase media, que tiene al señor Rajuela como su jefe y a una suegra gruñona. Fanfarronea pero es de buen corazón, sueña y ama jugar bolos. Además, cuando se lo propone es un cantante, un actor o un agente secreto, al estilo de James Bond; es decir, es el hombre común que, graciosamente, llega a encarnar las aventuras y los anhelos con los que fantaseaba -a principios de los sesenta- una clase media ya enfrascada en una amplia gama de consumos culturales. De allí la identificación de la audiencia no solo infantil sino adulta.

Vilma es ama de casa. Junto con su hija Pebbles, y Dino, la mascota, esperan a Pedro. Pablo y Betty tienen vidas semejantes a las de sus vecinos, pero con un agregado: los Mármol adoptan a Bam Bam, un niño que posee una fuerza descomunal porque ellos no pueden procrear (fue la primera serie que trató la infertilidad).

El éxito de Los Picapiedra saltó al cine con la película homónima de 1994 y su secuela Viva Rock Vegas, de 2000. Ambas fueron dirigidas por Brian Levant con el mismo eje: retratar al modelo de familia estadounidense, en el que los latinoamericanos todavía se fijan, incluso después de 50 años.

Rafael Veintimilla
rveintimilla@telegrafo.com.ec


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